Cuando tus pensamientos boicotean tu felicidad

Tengo una frase que uso con mucha regularidad, “hay gente que son como las culebras, que cuando no encuentran un palo donde enrollarse, se enrollan solas”, porque aunque usted no lo crea, hay personas que se que se manejan mejor en un estado de inseguridad que en un estado de felicidad.

Ustedes estarán pensando, ¿como puede una persona boicotear su felicidad si la meta de todo ser humano es ser feliz? Muy fácil. A través de la elección de sus pensamientos. No puedes elegir lo que te sucede,  pero si la forma de reaccionar ante los acontecimientos. Lo que nos condiciona es la calidad de nuestros pensamientos. Cada persona trae consigo innumerables links mentales donde confluyen su cultura, sus experiencias, su genética y otras particularidades, tanto así que es indiscutible que dos personas no piensan ni reaccionan de idéntica forma a un mismo hecho.

Los individuos que eligen pensamientos rígidos y dogmáticos se quejan continuamente de su entorno, sin mover un dedo para cambiarlo. Piensen en este ejemplo en el campo laboral. ¿No conocen de alguien que se ha pasado anos quejándose de que no tiene empleo, comiéndose un cable y cuando lo consigue en lugar de ver su mejoría, comienza a pensar en que si ese sueldo no le alcanza; que su jefe es esto o aquello y otras excusas? ¿No es preferible verse un bolsillo lleno, que no con los dos bolsillos vacíos?

Con relación a vida sentimental, lo más parecido a los pensamientos “culebrosos” son los celos sin fundamento, producto de las inseguridades. El culebroso o la culebrosa vive como guardia en acecho a las palabras y acciones de su pareja, para crearse a si mismo(a)s conflictos que lo(a) justifiquen, ya que debe pronunciar diariamente su típica frase de “no se puede creer en nadie”. El caso es enrollarse como las culebras; pero primero, claro, intenta encontrar su “palo”.

Todo el que ama cela, suele decirse muy a menudo. Sin embargo, no todo aquel que cela, ama. Los celos que provienen del amor son aquellos que se producen por una preocupación natural por la posible pérdida de una persona amada o un malestar por la relación real o imaginaria que esa persona tiene con alguien más. El que ha amado seguro que ha sentido alguna vez ese malestar cuando su pareja comienza a prestar mucha atención o coquetear con otra persona. Cada cual sabe quien es atractivo para su pareja y puede ser objeto de una atracción física o química peligrosa. Sin obstante, normalmente con una comunicación entre la pareja, suele resolverse esa situación que disgusta o preocupa a uno de los dos.

¿Cuando son celos “normales” y cuando caen en la categoría de patológico? No hay necesidad de haber abierto un libro para distinguirlos. La diferencia básica entre ambos está en que la persona que sufre de celos enfermizos o pensamientos culebrosos padece de intensos sentimientos de inseguridad, auto compasión, hostilidad y depresión y termina destruyendo su relación. Siente dolor porque su pareja pueda ser capaz de disfrutar sin la presencia de el o ella e incluso llegan a usar manipulaciones como “si tu me quisieras no harías esto o aquello”. Con pensamientos rígidos y absolutistas comienzan a limitar a su pareja, mutilando sus contactos con otras personas siempre considerando una posible infidelidad. ¿Saben lo peor? Sus pensamientos saboteadores nunca lo abandonaran, no importa las medidas cautelarías que tomen, ya que su dependencia emocional nunca será satisfecha si no reciben terapia y demás hierbas aromáticas. A veces ni llegan a pedir explicaciones, porque en el fondo no desean que se le aclaren sus dudas para poder seguir regocijándose en su propia desdicha, como auto flagelación.

Con relación a los pensamientos, lo saludable elegir pensamientos flexibles, que no es más que poder controlar las emociones del momento, viviendo el presente sin antecederse a pensar en el abandono o hacerle la vida imposible a los demás vampirizándoles su energía.

Solo cuando podemos conocer las causas podemos trabajar en su solución. La comunicación con nuestra pareja y con un profesional es probable que sea la ayuda que necesite el “culebroso”. Recordemos que antes de buscar la paja en el ojo ajeno, consideremos primero si ya hemos sido examinados por un buen oculista: nuestro yo interno.

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